viernes, 28 de agosto de 2015

COMPARTIEDO TU ARTE

 

      En esta sección compartiremos trabajos en el arte de la literatura y letras, en donde vamos a publicar cuentos, poemas o relatos ilvanados por diferentes escritores dedicados y entregados a esta maravillosa disciplina. Crear una narración implica imaginación y técnica adecuada para lograr que el lector se transporte y se sumerja a un mundo desconocido.


ELIZABETH CAS



ELIZABETH CAS
     Elizabeth Casco García, conocida en el mundo poético como Elizabeth Cas. Originaria de la heroica ciudad de Puebla de los Ángeles en México. Sus inclinaciones hacía las letras despertaron a muy temprana edad. A los 10 años su madre le obsequió un diario, el cual pasaba horas vistiendo sus hojas con historias insólitas que su mente plasmaba con gran naturalidad. Llena tres diarios con diferentes narraciones y personajes, todos ellos vislumbrados de su  inmensa imaginación.Sin compartir con alguien sus relatos, llega a la universidad, donde estudió Mercadotecnia y Diseño publicitario, porque siempre tuvo la inclinación y preferencia de crear. Fue hasta años después que decide abrir una página de poesía en internet (Pasión Poética en facebook) que le permitió conocer  a grandes personas del ámbito poético. Recibe dos becas que le cambiaron la vida: la primera en DEMAC donde escribe su autobiografía y la segunda, en el IMACP donde toma un taller de poesía.

Cultivarte comparte dos poemas de la artista Elizabeth Cas. ¡Que lo disfruten!



A veces muero en la quietud de tus palabras
en la normalidad de sonrisas frecuentes
en el ir y venir de los pasos gastados.

Aveces, me dejo ver en tus ojos 
incluso en los roces que fuera de mi piel concedes
o en las noches púrpuras donde tu canto me llama.

No siempre estás en mi mente, solo en ocasiones 
en especial cuando respiro y silenciosos
versan los besos, besan mis versos.

POEMA: MOMENTOS
ELIZABETH CAS. (MÉXICO)


Antes que llegue la noche a tus manos
te fasciné con reveladoras partituras
observa que mi atemperada figura
se pasea por el eco del espacio
garabatea el sentir de tu verbo
donde afina silencios desmedidos
para enfatizar un sonido crujiente
de esos que rompen compás
mientras deslizo mis uñas,
 y al oído, te susurro: "te necesito".

POEMA: ACERCAMIENTOS
ELIZABETH CAS. (MÉXICO)



LUPITA G. FASS


Lupita G. Fass
El siguiente relato es de la autora Lupita G. Fass. Quien  se ha dado la oportunidad de dedicarse a la escritura una vez que que obtuvo la jubilación en el Instituto Tecnológico de Puebla.
Se diplomó en la Sociedad General de Escritores Mexicanos,  donde obtuvo el diploma de creadora literaria, donde cursó talleres sobre los siguientes géneros: novela, cuento, dramaturgia, guión cinematográfico y de radio, periodismo cultural y poesía, por mencionar algunos. Nos complace compartirles su cuento "Los Relegados", un pequeño pero sustancioso cuento donde nos habla de como podemos luchar por lo que queremos, sin importar los obstáculos que se pongan en el camino, solo basta con demostrar de que estamos hechos.


Los Relegados                                                                                           


  Lupita G. Fass

     Ese día, Joshua y Jared llegaron a la casa más tarde que de costumbre. — ¿Por qué hasta ahorita? —preguntó doña Myrna mientras caminaba en el diminuto departamento. Daba tres pasos para llegar de la cocina al comedor donde sólo había una mesa y tres sillas. Se sentaran a disfrutar la comida especial que ese día preparó: carne empanizada, guacamole y papas a la francesa. Comer carne era un privilegio que sólo tenían dos veces a la semana, ya que a la madre difícilmente le alcanzaba la quincena.

   En la mesa, la madre insistió: —No me contestaron, niños ¿por qué tan tarde? Jared se adelantó a responder —Pos este niño que estuvo esperando que el maestro de educación física lo seleccionara para los inter-coles. —Pero no me llamó, —continuó Joshua mientras se iba a su recámara sin probar bocado. Se sentó en la orilla de la cama, suspiró y llorando abrazó su balón de futbol. La madre se fue detrás de él, se sentó a su lado y colocó su brazo sobre el hombro del pequeño y lo acercó hacia ella. Joshua con el rostro colorado y los ojos bañados en lágrimas, comenzó a berrear peor que un chivo. —Ni a mí ni a mis amigos nos escogieron para el equipo de fut.  

    La madre, contagiada con el niño tragó saliva y comenzó: —todo en la vida tiene solución. Mira, mañana hablas con el profesor y le preguntas que si los niños no seleccionados pueden formar un equipo alterno, algo así como apoyo en caso de que alguno de los seleccionados falle. Joshua no paraba de llorar; sin embargo, las palabras de su madre poco a poco lo fueron reconfortando. —Anda m’ijo, vamos a comer que se va a enfriar tu carne. Te hice el agua fresca que tanto te gusta, es de mango, ¡anda vamos!. —Si mamita, — respondió Joshua, mientras iba al baño a limpiarse los mocos. 

      En lo que comían, comenzaron a discutir cómo se formaría el equipo. ¿Qué tal tus compañeros que viven en la Unidad? —preguntó la madre. No los van a dejar, en la tarde, unos van a clases de pintura y otros a inglés, —respondió Joshua. —Y, ¿si se quedan después de la de salida? —sugirió Jared. —Esa es una buena idea —dijo la madre. —Pero no tenemos entrenador —agregó Joshua. —No hay problema, yo puedo hacer de entrenador — con una sonrisa propuso Jared. —Cuando terminen de comer se ponen de acuerdo  —ordenó la mamá  — ¡ahora a lo suyo niños!

       Después de hacer la tarea, Joshua telefoneó a los posibles jugadores. Comenzó con los compañeros que vivían en la Unidad Habitacional. Y, tal como imaginó, a ninguno le dieron permiso porque la mayoría tenía actividades por la tarde; Sin embargo, la mayoría de los padres aceptó que se quedaran a  jugar una hora después de clase; pero sólo dos veces a la semana 

       Contento con el resultado y antes de ir a dormir, Joshua se sentó en la orilla de la cama de la mujer de las “grandes ideas”. —Mami, vamos a necesitar uniformes y balones, ¿tú puedes ayudarnos? —Qué más quisiera hijito, pero ya ves que por más que estiro la quincena no me alcanza, ya se nos ocurrirá algo, ¡vete a dormir! Por lo pronto usen el uniforme de deportes. Con ese pensamiento, Joshua se metió a la cama y comenzó a soñar. 

        Se vio a sí mismo con algunos años más. Tenía bigote, pelo largo recogido en una coleta y varios tatuajes en los brazos. Ya no era niño, tenía un cuerpo musculoso y atlético, medía como uno ochenta y corría por toda la cancha metiendo goles. El público lo aclamaba en el momento que subía a recoger la Copa Mundial. Al día siguiente, cuando despertó, tuvo claro que su futuro estaba en las canchas; entonces, mientras desayunaba, le dijo a su madre: —Mamita, ¿ya pensaste de dónde vamos a sacar dinero para los uniformes, las pelotas y los tacos? —No m’ijo, pero ya se nos ocurrirá. —Yo sí sé de dónde vamos a sacar el dinero. — ¿De dónde, m’ijo? —Voy a vender palomitas y agua de limón, le diré a la directora que nos dé chance de  vender a la hora de recreo y, con ese dinero, compraremos todo. Pero la directora no les permitió comerciar con sus compañeros. Entonces le propusieron vender antes de que comenzaran los entrenamientos. La maestra aceptó con la condición de que dejaran un porcentaje a la escuela. Cuando vieron que las pelotas se ponchaban o volaban a cada rato, a Jared se le ocurrió que con la poca utilidad de las palomitas, compraran dulces para vender los fines de semana en casa de los abuelos, cuando toda la familia se reunía.

       Al ver doña Myrna que los chamacos estaban tan entusiasmados, sin que éstos se dieran cuenta, se le ocurrió ir a la escuela a hablar con la directora para que les diera permiso de entrenar una hora después de la salida. Desgraciadamente la maestra no la recibió, así que tuvo que regresar al día siguiente. Entonces sí pudo hablar con ella y, aunque no con muy buena cara estuvo de acuerdo. —Voy a pedirle al profesor de deportes que les de otra oportunidad y, si dan el ancho, serán aceptados. —Está bien señorita directora, ¿cuándo vengo para saber su decisión? —Yo le mando recado con su hijo, Joshua  —con voz firme respondió la maestra. 

        Esa misma tarde el profe de deportes con cara de pocos amigos, mandó a llamar a Joshua. Para comenzar, le dio tremenda reprimenda por salirse de las reglas del colegio; pero aceptó verlos jugar con la condición de que ellos pagaran sus propios uniformes. Joshua salió emocionado a darles la noticia a los muchachos. Comenzaron a entrenar tal como lo propusieron las mamás, una hora después de la salida, sólo  martes y jueves. Los sábados entrenarían en la Unidad Habitacional. Pero al poco tiempo las madres comenzaron a molestarse porque, aparte de que llegaban tarde a casa, dijeron que sus hijos no iban a vivir del fut. Por momentos a Joshua se le venían los ánimos para abajo, pero cuando vio que cada día ganaban más público, se sintió muy animado. Algunas tardes, había niños que no se podían quedar, el capitán del grupo, Joshua, habló con los niños de sexto B y C, para conseguir refuerzos. Ya no eran once, sino veinte los jugadores.

          Comenzó la eliminatoria. Primero entre los equipos del colegio. “Los Relegados” a veces perdían, pero otras ganaban y así siguieron hasta que pasaron a cuartos de final. Pero como siempre, no faltó un prietito en el arroz, las envidias comenzaron cuando  los chamacos de otros equipos veían que el equipo de Joahua superaba una y otra prueba, se les ocurrió pintarles los uniformes con spray de diferentes colores; fue entonces cuando Joshua recordó que su madrina Lupita tenía una librería. Al siguiente sábado se armó de valor, fue a pedirle si les podría paptrocinar los uniformes para los cuartos de final. La madrina aceptó con la condición de que pusieran el logo de su negocio en la espalda de los jugadores. —Todo fuera como eso madrina, cuente usted con ello, —le respondió a la mujer con una sonrisa de oreja a oreja. No pasó mucho tiempo cuando las niñas de todos los sextos formaron la porra del equipo. Eso llenó de entusiasmo, no sólo a los jugadores, sino también al público asistente, que cada día crecía, ya que los niños de distintos grados se quedaban hasta las cuatro de la tarde por seguir al equipo de Joshua. 

       Pasados cinco meses “Los Relegados” iba ya camino a la final. A tiros y tirones fueron venciendo a sus contrincantes del colegio y ya estaban a un paso de representarlo; sólo tenían que ganarle al equipo favorito del entrenador. La final se acercaba cada día. 

       La semifinal fue el quince de mayo. A los papás se les hizo raro que los muchachos tuvieran que ir al colegio justo el día del maestro, así que a varios muchachos no les dieron permiso de ir. Todo estaba listo. Pero el partido no podía comenzar porque la mayoría de los jugadores estaba ausente. Cuando doña Myrna vio la cara de sus hijos, les dijo, —espérenme tantito. Tomó un taxi y se fue a la casa de cada niño. Habló con los padres y los convenció de que los dejaran ir.  Entonces doña Myrna metió  a cuanto chamaco pudo en el taxi... Y, nada, que “Los Relegados” vencen al equipo consentido del profesor y califican para representar al colegio en la competencia final.  

       El día de la final, como siempre, los papás tenían miles de cosas qué hacer, así que pocos padres acompañaron a sus hijos, la mayoría tuvo razones para no asistir. Pero como siempre, doña Myrna no falló. La señora entró al Estadio Cuauhtémoc escoltada por sus hijos. Aunque ella no entiende mucho de futbol, le basta ver la pasión que sus hijos ponen en ese deporte; por lo que, tuvo que aprender. 

       El día de la final, todo el colegio está presente, ahora sí consentidos y no consentidos del profe de deportes apoyaban a “Los Relegados”. El primer tiempo estuvo aburrido. Parecía que los veintidós jugadores se movían en cámara lenta; sin embargo, termina con un gol del equipo contrario. Comienza el segundo tiempo. A los cinco minutos Joshua mete el primer gol. El ánimo empieza a cambiar, pero Johnatan, de nuestro equipo se lesiona y sale de la cancha. El profe llama a Jared, ya no como entrenador, sino como jugador. Entra Jared, les habla como si estuvieran entrenando y meten el segundo gol. El público hace “la ola” y comienzan a cantar el himno del colegio, las porristas hacen su rutina. El profe les pide que se callen porque ponen nerviosos a los muchachos. Doña Myrna voltea hacia las tribunas, como buscando a las demás mamás; pero no ve casi a nadie. Coge su celular y comienza a llamar y a mandar  mensajes de texto a las que conoce. Le dicen que están ocupadas en la limpieza, que no se han bañado, que se fueron de farra un día anterior y que están crudas. Tanto insiste doña Myrna que poco a poco llegan una por una. Por suerte, la mayoría vive cerca. Finalmente aparecen todas. Segundo gol del equipo contrario. Empatan. ¡Dios mío! dice doña Myrna cuando faltan diez minutos para que termine el partido, por fin las mujeres vienen llegando en la fodongues; unas sin bañar, otras con legañas en los ojos y otras con paliacates en la cabeza. Faltan cinco minutos para que termine el partido. Las fodongas están asombradas, se les quieren salir los ojos. No dan crédito a lo que ven. Doña Myrna cruza los dedos, mira hacia el cielo, le manda un mensaje a su hijo Joshua con el corazón, “tu puedes mijiito, tu puedes” ¡Goooool!  — gritan todas, cuando Juanito mete el gol del triunfo. La ovación se deja sentir ¡“Relegados Campeones, Relegados Campeones, Relegados Campeones”!


      “Los Relagados” salen del vestidor. Aporreados y exhaustos suben a la tribuna donde se encuentra el profe de deportes, les da la mano y con palabras entrecortadas, les dice..., ¡felicidades  perdón, me equivoqué! Sin dejarse llevar por las emociones tomó una fotografía en su mente viendo a los muchachos lograr un objetivo…, persiguiendo su sueño…   

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